Antigüedades
1.- En una feria de antigüedades que se abrió y se cerró en la vieja estación del jet-foil el pasado fin de semana, hallé y compré, muy barata, una Leica de 1938, dorada, preciosa. La historia del siglo XX no podría mostrarse sin el concurso de esta firma, que aún hoy sigue fabricando cámaras espectaculares. El nivel cultural de un pueblo se mide también por el amor y el respeto a las cosas antiguas. En esa feria se pudo constatar que en la Isla residen gentes curiosas que aman las antigüedades y que las restauran muy bien; desde los trajes del romanticismo a las cámaras que hicieron furor en el mundo, pasando por dornajos y veleros, mesas de despacho y espejos venecianos, bajo la atenta mirada del buque que quizá los trajo, el correíllo "La Palma", atracado en el dique del jet-foil como epílogo de una época de la navegación en Canarias.
2.- Un señor me mostró cómo se pueden convertir en pulseras bellísimas unas cucharas soperas y el mismo fabricante extranjero afincado en Icod me enseñó unas escrituras antiguas de una casa de su propiedad, que fue de mis antepasados. Bueno, aquello me pareció una muy interesante caja de sorpresas, lo mismo que comprobar cómo Ana María González-Moro entiende y mima los trajes antiguos, algunos de ellos cedidos por la familia Beautell . Esta Isla es una caja de sorpresas y como cronista sorprendido recorrí aquella estación en desuso. Y, por cierto, un ruego a Pedro Rodríguez Zaragoza , buen amigo mío: que restaure la bellísima casa de los prácticos, emblemático edificio de nuestro muelle, muy deteriorado.
3.- Marimé González de Chaves , que con un grupo de voluntarios trabaja por los enfermos de cáncer, me hizo firmar en el libro de visitas y le puse allí que el respeto por lo antiguo refuerza la idea (por lo menos la idea ansiada) de pueblo culto de nuestro Tenerife del alma. Así que me alegro de la iniciativa, de su contenido y de sus ventas, que parece que estuvieron bien. Animo a que esta feria continúe, y además en el mismo lugar: cómodo, con aparcamientos, recoleto, tranquilo y fácil para los expositores. Yo me fui de lo más contento con mi Leica dorada que me transportó enseguida a 1938, año en que mi padre daba tiros en el frente del Ebro, en la guerra de España. Esa que ahora quieren desenterrar unos cuantos ganadores y perdedores; como si los que se mataron unos a otros no fueran todos los mismos.
achaves@radioranilla.com
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